miércoles, 12 de diciembre de 2012

                     DISCAPACIDAD INTELECTUAL




Introducción del tema.

Las concepciones históricas del “retraso mental” han ido cambiando con el paso del  tiempo. A comienzos del siglo XX Ireland en 1990 define la idiocia como “una deficiencia mental o estupidez extrema que depende de la desnutrición o de una enfermedad en los centros nerviosos, que se presenta antes del nacimiento o antes de la evolución de las facultades mentales, durante la niñez”.

Doll en 1993 añade como aspecto fundamental en este cuadro el déficit en la competencia social del individuo. Sin embargo Zazoo y otros en 1960 enfatiza que no se trata de un desarrollo “detenido”, sino de un retraso en el desarrollo mental, una evolución mental más lenta y atípica.

Entre los años 70 y 90 la concepción más extendida es la adoptada por la APA en su manual DSM. Dicho manual, en sus versiones III, IIIR, IV y IV-TR lo define como un  trastorno de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia cuyos criterios de diagnósticos fundamentales son tres:
- La capacidad intelectual significativamente inferior al promedio, el déficit o alteraciones de ocurrencia en la actividad adaptativa actual en por lo menos dos áreas. Y que el inicio sea anterior a los 18 años.
- El cociente intelectual es la relación establecida entre la edad mental de un sujeto y su edad cronológica. En términos psicométricos se identifica a alguien como deficiente mental cuando se hallan dos desviaciones típicas por debajo de la media de su correspondiente población, lo que equivale a un CI inferior a 70.
- El “retraso mental” en el DSM- IV lo clasifica en diferentes grados según su CI: leve 55 – 69, moderado 40 – 54, severo 25 – 39 y profundo 24 ó menos.

En 1992, la American Association on Mental Retardation  plantea un nuevo modelo conceptual sobre el retraso mental, dirigido por Ruth Luckasson.

En esta propuesta la AAMR mantiene los tres criterios básicos de diagnóstico establecidos por el DSM, déficit intelectual, déficit de la conducta adaptativa, aparición en la edad del desarrollo, pero hace un cambio esencial: añade cinco premisas para su aplicación, que suponen un notable cambio de perspectiva.

Premisa 1: Las limitaciones en el funcionamiento del individuo deben considerarse en el contexto de los ambientes comunitarios típicos de sus iguales en edad y cultura.

Premisa 2: Una evaluación válida ha de tener en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así como las diferencias en comunicación y en aspectos sensoriales, motores y comportamentales.

Premisa 3: Las limitaciones a menudo coexisten con capacidades.

Premisa 4: La descripción de limitaciones debe orientarse a desarrollar un perfil de apoyos necesarios.

Premisa 5: Si se ofrecen los apoyos personalizados apropiados durante un periodo prolongado, el funcionamiento en la vida de la persona con retraso mental generalmente mejorará.

Se trata de un modelo ecológico y contextual: no se considera que el “retraso mental” sea algo limitado a la persona, un rasgo de su personalidad, sino el resultado de la interacción entre el individuo y su entorno.

En esta concepción, el papel del entorno y los apoyos recibidos para el funcionamiento son aspectos esenciales, sin menospreciar los aspectos biológicos.

Existen cinco grandes dimensiones y apoyos que se reciben: habilidades intelectuales, conducta adaptativa, salud, participación y contexto.

En el 2001 la OMS adopta este enfoque interactivo y propone utilizar la denominación discapacidad intelectual, abandonando las precedentes.

Existen aspectos diferenciales en el desarrollo, como es el retraso, en el que las grandes etapas de desarrollo evolutivo, y el orden en que aparecen en el mismo, son las mismas que en el desarrollo “normal”, pero las personas con discapacidad intelectual las recorren de forma más lenta, mostrando por ello un desfase cronológico en la adquisición de las diferentes capacidades.

En el desarrollo incompleto, a menudo las personas con DI no llegan a alcanzar el desarrollo completo de las diferentes etapas evolutivas, de modo que dan la impresión de mostrar “lagunas” y carencias en distintos aspectos, incluso en la edad adulta.

También nos podemos encontrar con la heterocronía del desarrollo, como consecuencia del fenómeno anterior, las personas con DI tienden a mostrar en cada fase evolutiva desniveles mucho más acusados de lo habitual en el grado de desarrollo alcanzado en diferentes capacidades. Mientras ciertas habilidades progresan de forma más o menos cercana alas pautas evolutivas generales, otras están muy retrasadas y presentan muchas lagunas.

Y por último, el déficit de integración funcional, en el desarrollo “normal”, las diferentes capacidades se van diferenciando poco a poco, es decir, de una capacidad general surgen otras más específicas, pero al mismo tiempo se van integrando funcionalmente, se relaciona con otras y se emplean de forma integrada para dar respuesta a las necesidades de cada momento. En las personas con DI, este proceso no se produce en el mismo grado ni con la misma velocidad, por lo que suelen mostrar una alta “desagregación” de sus capacidades.

Para concluir, me gustaría resaltar los servicios educativos con los que contamos, tales como, docente del alumnado, docente del área, docente del PT, tutor, orientadora, monitores y educadores especializados.



                           CONSEJOS PARA LAS FAMILIAS

La familia es para el niño, su primer contexto de socialización por lo que es imprescindible que estas tengan en cuenta algunos criterios que deben afrontar:

En primer lugar es importante mencionar que la familia tiene que estar en contacto continuo con la escuela y por lo tanto debe haber una relación bilateral por ambos lados. Esta relación ha de ser cercana y buena en la que fluya la comunicación por encima de todas las cosas.

Es imprescindible que los padres además de estimular al  niño, promuevan la asistencia a la escuela, que los motiven y les muestre interés por ésta para que además de acudir a la escuela, lo hagan felizmente.

Las familias tienen que ayudar al niño en todo lo que necesiten y acompañarle siempre para que no se sienta solo, no obstante es imprescindible que no haya una sobreprotección porque esto afectará negativamente en la relación del niño con sus iguales y esto le podrá crear sentimientos de inferioridad.

Además es tarea de las familias no exagerar o maximizar lo que esté ocurriendo en casa, sino llevarlo lo más natural posible para que el niño no se sienta diferente a los demás o en desigualdad de oportunidades.

Las familias deben participar y colaborar con la escuela siempre, para que haya un mejor rendimiento y desarrollo en el niño.

Hay que tener en cuenta que la educación que reciba va a influir en la personalidad del niño, por lo que no hay nada mejor que haya una unión intrínseca entre ambos contextos tan significativos para el niño.

Es necesario que las familias no muestren una actitud defensiva, aunque les cueste aceptar la enfermedad. Tiene que estar dotados de paciencia y tolerancia ya que la evolución suele ser lenta.

Tienen que mostrarle al niño siempre una actitud positiva y alegre, para que éste se sienta contento. Esto le dará al niño confianza y seguridad en sí mismo.

Por último  creemos que el hecho de llevarlo a un colegio específico puede influir en el niño negativamente ya que lo hace diferente o especial, por lo que si se hace debe ser de la forma más natural posible y las familias tiene que haber logrado aceptar por completo esta enfermedad, ya que todo lo que les rodea será de acuerdo y en relación a ella.

No obstante  si se decide llevar al niño a un centro ordinario, se estará expuesto a conceptos como “el distinto”, pero en el momento en el que comience a adaptarse y la familia trabaje con el colegio se acabará extinguiendo  estos conceptos.

De todas formas se decida lo que se decida, la familia tiene que tener paciencia, como he mencionado con anterioridad y además debe conocer todo acerca de la enfermedad y haberla aceptado enormemente.
Con todo ello la evolución del niño y la felicidad de todos estarán garantizadas.                      

Para concluir hemos rescatado de internet una frase de Guevara (1996) que nos ha parecido realmente interesante, y es la siguiente:

 “La familia es la primera institución que ejerce influencia en el niño, ya que transmite valores, costumbres y creencias por medio de la convivencia diaria. Asimismo, es la primera institución educativa y socializadora del niño, pues desde que nace comienza a vivir la influencia formativa del ambiente familiar.”



                                      CONSEJOS PARA LOS DOCENTES

En la escuela debe existir una educación temprana desde la entrada del alumno con discapacidad intelectual, ya que dependiendo de lo que aquí se estimule a los niños, podrán llegar a alcanzar unas metas en diferentes ámbitos de la vida.

Por tanto, el papel del docente en el aula debe ser el de participar en la evaluación psicopedagógica, recogiendo, analizando y valorando información junto a los demás profesionales de educación especial. Con esto, no nos referimos únicamente que el docente esté para intervenciones, sino que debe tratar al niño como niño que es, es decir, teniendo presente que al igual que el resto de alumnos, tiene una infancia que vivir, y no debe estar siempre centrados en pruebas y proyectos con el pequeño. Ante todo está la felicidad, el disfrute y los sentimientos de estos. No hay que olvidar que todo aquello que se lleve a cabo debe ser significativo para los pequeños y los docentes tienen también que reforzar positivamente tanto el esfuerzo, como los logros parciales o intermedios para su realización. A continuación pasamos a explicar brevemente qué papel juega cada uno de los especialistas en el centro:
 Los maestros de aula son los docentes que imparten las clases. El educador de aula debe construir proyectos de investigación.
-  Los maestros de áreas elaboran la adaptación curricular significativa junto con el profesorado de educación especial y también es responsabilidad de éste de aplicar las adaptaciones con la colaboración de los maestros de psicología terapéutica y asesoramiento del orientador.
 Los maestros de pedagogía terapéutica promueven la atención y desarrolla la prevención de las necesidades educativas especiales.
 El Tutor es aquella persona que no sólo se limita al ámbito docente con el alumnado, sino que le asesora, lo orienta, lo ayuda y le hace un seguimiento. Los orientadores son los que asesoran en la prevención y tratamiento educativo de las dificultades de aprendizaje, así como facilitar información  al profesorado, alumnado y familia. Y los monitores y educadores especializados deben de adaptar las actividades que hacen los alumnos según sus necesidades.

Esta colaboración entre docentes hace posible la identificación y tratamiento de quienes presentan necesidades educativas especiales con discapacidad intelectual, estableciéndose entre ellos un compromiso de intervención.

Es necesario que los docentes conozcan a la familia del alumno en cuestión, para poder llevar a cabo de la mejor manera su intervención. Es importante que conozca, o al menos tenga una idea aproximada del nivel económico y socio-cultural, pues dependiendo de estos valores será más fácil la colaboración con las familias. Conocer a las familias es necesario para tener una idea aproximada de la estimulación previa que ha recibido, la aceptación de ésta hacia la discapacidad del niño, las posibilidades económicas de ofrecerles recursos que ayuden al niño a mejorar, los valores que le estén transmitiendo al niño, etc.

Queremos recalcar unas estrategias que pensamos, deben llevar a cabo los docentes, para la mejora del funcionamiento del niño con discapacidad intelectual:

- Recogida de información.
- Elaboración de la información.
- Emisión de la respuesta ante la tarea.

Estas estrategias necesita de la observación, reflexión y anotaciones diarias de los profesores para que resulten lo más verdaderas posible, haciendo posible una intervención correcta.



                               ENLACES DE INTERÉS


Recursos bibliográficos

Propuesta de un plan para la coordinación de apoyos a menores con discapacidad intelectual con medidas protectoras. Silvia Montoya Haro, Manuela Crespo Cuadrado. Siglo Cero: Revista Española sobre Discapacidad Intelectual, ISSN 0210-1696, Vol. 39, Nº 227, 2008, págs. 91-104.



Los valores en los jóvenes con discapacidad intelectual: un estudio sobre los perfiles de socialización en una muestra de personas con síndrome de Down. Dolores Izuzquiza Gasset. Tendencias pedagógicas, ISSN 1133-2654, Nº 8, 2003, págs. 109-120.














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